¿Qué son los grupos de reflexión?
Un grupo de profesionales (entre 8 y 12) se reúnen con una periodicidad y tiempo preestablecido y con la ayuda de un coordinador ajeno al propio equipo discuten acerca de acontecimientos de su actividad profesional. El coordinador facilita la discusión entre los participantes y mantiene el foco en aquellos temas relacional y emocionalmente significativas para el equipo y para el propio profesional favoreciendo la implicación. El conocimiento adquirido de este trabajo se utiliza para mejorar la compresión del propio acto terapéutico y las dinámicas relacionales en el trabajo.
Qué no son
Un grupo de trabajo sobre la actividad terapéutica y la relación con el paciente no es una psicoterapia. La tarea siempre va a ser explorar en las vicisitudes del trabajo cotidiano y el foco estará en las reacciones de cada profesional u del equipo en su conjunto. Si bien es cierto que, en la medida en que se propone una exploración de emociones y conductas, es inevitable, incluso deseable, que salgan a colación escenas de la vida personal o familiar actual o pasada del terapeuta. El objetivo de estos encuentros no es modificar las posibles disfuncionalidades del terapeuta sino descubrir en qué medida interfieren con el trabajo dificultando la tarea, ofuscando la mirada y produciendo sobrecarga emocional, pero ese no es el foco ni el objetivo es el autoconocimiento ni el tratamiento de síntomas y/o dificultades personales.
Este tipo de trabajo tampoco es supervisión. La supervisión es una herramienta imprescindible en la práctica clínica que trata de promover la mejor comprensión de los conflictos del paciente desde una determinada orientación teórica y basándose en sus presupuestos así cómo potenciar las habilidades del terapeuta orientando los aspectos técnicos y manejando las dificultades. Si bien es cierto que en muchas ocasiones las dificultades tiene qué ver con la respuesta del terapeuta, el foco en la supervisión, a diferencia de los grupos de Reflexión, es el paciente y el progreso del tratamiento.
¿Cómo se organiza el trabajo en un grupo de reflexión?
En cada reunión alguien propone al menos una situación que ha sido conflictiva, ha generado dudas, o intensas emociones y se analiza con la contribución del resto de participantes y del conductor del grupo
¿Cuál es el encuadre?
El encuadre se puede personalizar para cada grupo. Pueden se útiles reuniones quincenales o mensuales de 90 minutos. La duración dependerá del interés y os objetivos del grupo. No se recomienda un tiempo inferiro a un año y es recomendable dos años.
La actividad se acreditará como trabajo personal grupal del terapeuta.
FUNDAMENTOS DE LOS GRUPOS DE REFLEXIÓN SOBRE LA PRÁCTICA CLÍNICA
Además de las herramientas técnicas propias de cada especialidad, los profesionales de salud y de salud mental, nos valemos de nuestra propia experiencia y de nuestra persona para llevar a cabo la función terapéutica. En palabras de M.Balint, el médico (profesional de la salud), es un componente central de la terapia, la relación terapéutica es a la vez agente y medio de cambio. Sin embargo, los curriculum profesionales no suelen incluir métodos reglados para capacitar al terapeuta en el uso de sus propias reacciones con fines, tanto terapéuticos como de autocuidado.
El trabajo con la figura del terapeuta es una herramienta central en la práctica asistencial y de cuidados. El trabajo con el Yo Observador –es decir, la atención a la respuesta experimentada por el terapeuta- es una de las habilidades que facilitan la escucha activa durante el encuentro terapéutico. Esta habilidad consiste en: identificar la reacción suscitada en el terapeuta, entender en qué medida ésta es una reacción en respuesta complementaria a la conducta del paciente o está determinada por las propias creencias y expectativas del terapeuta. En el primer caso la reacción del terapeuta aporta información relativa al modo de funcionamiento interpersonal y comunicación del paciente, mientras que en el segundo el terapeuta debe revisar qué aspectos de su vida personal están “colándose” en la relación y pueden ser fuente de problemas (ruptura de la alianza terapéutica, degaste profesional..)
Como terapeutas o cuidadores de personas con problemas de salud mental estamos sometidos a un cierto estrés derivado de diferentes circunstancias: el contacto continuo con el sufrimiento y la cronicidad, la escucha de situaciones dolorosas o traumáticas, el dolor y las dificultades de los cuidadores, las dinámicas familiares, etc. Estas tensiones se hacen frente desplegando una serie de defensas, más o menos conscientes y más o menos eficaces y que pueden ser generadoras de problemas por sí mismas (sobreimplicación, desapego, evitación, etc). Las reacciones emocionales y las defensas no son negativas en sí mismas pero la falta de conocimiento acerca de ellas sí puede llegar a serlo. Cuando defensas y emociones no son detectadas, atendidas y entendidas, pueden convertirse en una fuente importante de confusión y malestar . Por tanto, ocuparse de gestionar las reacciones al estrés debería ser una parte importante del trabajo en equipo.
El autocuidado es una oportunidad y también una responsabilidad de los equipos, de las instituciones y del propio profesional. El profesional que dispone de un espacio para compartir sus reacciones en el contacto con el paciente, los logros o las dificultades, mejora su capacidad de comprender al paciente, tiene más posibilidades de integrarse con el equipo, de cooperar, de obtener soporte, de gestionar las crisis y de resolver conflictos; tanto los que surgen con los pacientes y sus familias como los que se generan en el equipo y en la relación con la institución.
Los grupos de profesionales tienen una larga tradición. Su referente mas claro es el trabajo del psicoanalista Michael Balint con los profesionales de atención primaria en los años 50. Estos grupos, de tradición psicoanalítica, se crearon para ayudar a los médicos a entender las quejas de sus pacientes a través del análisis de las reacciones que suscitaba en el propio médico. La idea que subyacía a esta propuesta es la de que los médicos (y el resto de profesionales) tenemos hacia los pacientes, de forma más o menos consciente, una serie de actitudes, expectativas y modos de relación que dependen de las creencias y sus modos de funcionamiento interpersonal propio.
La importancia de un espacio para examinar los aspectos personales del terapeuta que se ponen en juego en el acto terapéutico o de cuidado deriva de estos presupuestos.
En nuestro medioestán llevándose a cabo en algunas áreas de salud y como parte de la formación de residentes de psicología, psiquiatría y enfermería, grupos de reflexión sobre la práctica clínica, centrados en la discusión de las dificultades en el proceso de convertirse en terapeuta. Son los llamados grupos DART, siglas de Dificultades en la Adquisición del Rol de Terapeuta, iniciados hace unos 20 años en el Area 3 y que forman parte de la formación reglada del Master de Psicoterapia Integradora de la universidad de Alcalá, dirigido por Beatriz Rodríguez Vega y Alberto Fernández Liria.
La tarea de estos encuentros es discutir en grupo y con la ayuda de un experto, las reacciones emocionales y las ideas que le surgen al profesional en el acto terapéutico. Tiene dos grandes objetivos: potenciar la capacidad terapéutica de la relación y fomentar el autocuidado a través del reconocimiento de estas reacciones. Un objetivo secundario es la cohesión de los equipos y la mejora de la relación con las instituciones